Enrique Mendoza apostó en sus inicios por las variedades foráneas, pero su arraigo al territorio ha hecho una parada en la variedad autóctona Monastrell.
Su filosofía es intervenir en el viñedo de manera mínima para que viva otros siglos más.
Los viñedos forman parte del entorno y del paisaje que rodea la bodega, en la finca El Chaconero. Su reto es hacer los vinos de manera que se puedan reconocer el sol, la luz, el carácter mediterráneo y la humanidad de la bodega.